"5 elementos" o cómo un cómic gratuito por Internet se va haciendo un hueco en el mercado nacional
Que el mercado del cómic en España no tiene el tirón de otros países es conocido por todos, que muchas de las publicaciones que aquí se venden ofenden a la inteligencia del respetable es indudable… pero siempre hay grandes y pequeñas joyas que no hacen sino que sigamos disfrutando en grandes historias también en el arte secuencial.
Iniciando así sección, o más bien “subsección”, quisiera hacer hincapié en que hay más de una manera de narrar historias, y según la naturaleza de la misma esta puede cuadrar mejor en un contexto o en otro. Por lo tanto la concepción que se tiene de la novela gráfica (o simplemente “cómic”) como un entretenimiento infantil es debida, indudablemente, a la simplicidad de una mayoría de estas obras que saturan el mercado. Para descubrir las historias que merecen la pena en el arte secuencial hemos de buscar un poco, y con estos reportajes yo espero que el hallar buenas historias os resulte, cuanto menos, más fácil.
Cuando decidí iniciar este artículo estuve considerando un tiempo que obra sería más interesante tratar al principio, y al final me decante por un comic de autor español que obedece a ciertas singularidades.


Con intención de ilustrar tales afirmaciones, a continuación podéis echar un vistazo a un par de viñetas para que os hagáis una idea:
Y, llegando así al final del artículo, me veo obligado a transcribir la sinopsis oficial, así como una imagen de la obra, para que aquellos interesados puedan hacerse una idea más precisa de qué van a encontrarse:
Los elementales son seres capaces de controlar los elementos. Los hay de fuego, agua, rayo, hielo, mierda… y así hasta cientos de ellos. En el año cero, los cinco guerreros más fuertes que la historia conoció, los cinco elementos, traicionaron a su patria asesinando al rey y desapareciendo para siempre. Esta es la historia de Kaji Llamaviva, un joven elemental de fuego, hijo de un soldado, que se ve obligado a mudarse con su familia desde la capital a un pueblo de paletos.
Néstor Garrido