Sobre la Mozzarella

Que vivimos engañados en cuanto a los productos alimenticios que consumimos diariamente (su calidad, su composición...) es algo de lo que servidor está más que concienciado. Sin embargo, mientras que hay ocasiones en las que descubrir el pastel, nunca mejor dicho, puede resultar hasta grotesco, hay otras en las que, bien porque el descubrimiento no entraña peligros para la salud, bien por ser algo de menor importancia, puede resultar incluso simpático e interesante. Así me ha ocurrido con la mozzarella.


Por ir resumiendo. Estad seguros de que más del noventa por ciento de las personas que conocéis, probablemente incluso más, no han probado nunca la mozzarella. La mozzarella auténtica, quiero decir; la de la denominación de origen protegida que se extiende por las provincias de Caserta y Salerno y parte de las de Benevento, Nápoles, Frosinone, Latina, Roma y Foggia, que se realiza a base de leche de búfala y que se ha convertido un símbolo de Italia a nivel mundial. Esa. 

Las razones son sencillas. Tan sólo hay en Italia 105.000 cabezas de búfala de agua, especie procedente de Asia Menor e introducida en Italia a inicios de la Edad Media, las cuales producen cada una aproximadamente nueve litros diarios de leche, bastante lejos de los treinta que puede llegar a dar una vaca. A esta escasez del producto hay que sumarle, dado que es un queso fresco, las dificultades para su conservación, razón por la que su consumo se ve relegado al ámbito regional. Quiere esto decir que si queréis comer una pizza con auténtica mozzarella italiana, deberéis ir a cenar a algún restaurante de Nápoles, Roma o cualquier otro municipio de la denominación de origen. También podéis comprarlo en queserías y tiendas de la zona, pues a pesar de la escasez del producto su precio no es para nada prohibitivo. 

Si no podéis permitiros el viaje hasta Italia, os tendréis que conformar con la mozzarella de leche de vaca, cuyo nombre real es Fior di latte. Desde luego, no es que esta sea de mala calidad, ni mucho menos, pero sí pueden producirse engaños, vendiéndonos como mozzarella de búfala, evidentemente con un precio superior, mozzarella de vaca. Sea como fuere, hasta que tenga la oportunidad de degustar la auténtica mozzarella, seguiré disfrutando de este subproducto vacuno que, desde luego, no está nada mal.





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Rubén Justo

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